Cuando
fuí a la mili -era de la quinta del 51- me tocó el periodo de
recluta en Castelldefels. Formaron un equipo de fútbol y cuando
pidieron jugadores salieron al menos 200. Viéndolo el teniente dijo:
“los que tengan carnet” y sólo quedamos 18 o 20. Cuando nos
traían la comida, había más cantidad y era un poco mejor, además
estábamos rebajados de bastantes servicios.
Una
tarde, estando jugando al fútbol vino el brigada de cocina, que era
más malo que el veneno, y me dice: “oye tu no eres de Gavà?” y
le contesté que sí. Me dijo que al día siguiente por la mañana
fuese con el cabo de cocina y compráramos un carro de lechugas. Yo
le dije: “mi brigada si yo he trabajado toda mi vida en una
fundición, yo que sé de lechugas”, a lo que me contestó: “nada,
nada, antes de mediodía que estén las lechugas aquí”, y se fue.
Yo cuando terminé de jugar al fútbol me fuí a la residencia de
oficiales y pregunté por mi capitán. Le expliqué lo que me había
pasado con el brigada de cocina. Se echó a reír y me dijo: “déjalo
no vayas que ya hablaré yo con el brigada”.
Cuando
estábamos comiendo sentados en las mesas vino el brigada por detrás,
me cogió la oreja izquierda y empezó a retorcerla, y yo: “hay!
hay! hay!”, “cuando yo te mande a buscar lechugas, tú me traes
lechugas y si no hay las siembras, y cuidadito con decirle nada al
capitán, si no sabrás quien soy”. No dije nada, porque yo sabía
la mala leche que gastaba el brigada.
Pere Alcaraz, Memòries
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