A inicis de la dècada dels seixanta, a la dona casada se li recordava contínuament quin era el seu paper i com l’havia de representar. Havia de ser una bona esposa, mare i mestressa de casa, i saber comportar-se en societat. En aquest sentit, les revistes i els apartats femenins dels diaris donaven consells a les dones per assolir aquesta perfecció. El text que reproduïm a continuació va ser publicat pel periòdic local Brugués el 29 de juny de 1963.
La mujer fea es en extremo virtuosa. Se aficiona al trabajo de las costuras, cuida bien la cocina, siempre dispuesta para el marido; no se acerca nunca a la ventana; es una buena madre de familia; no es vana ni caprichosa. Su máxima ventura es aprender recetas culinarias para tener siempre contento a su marido.
El más próximo amigo de la bonita es el espejo; está en un continuado “toilette”, está suscrita a todas las revistas de moda, no pega un botón, se preocupa más de ella que de los hijos y no digamos que del marido. Desconoce la existencia de la aguja; pero no desperdicia ocasión para poderse lucir en público. No le “viene de un duro”, y apenas es feliz cuando la modista le trae un vestido, debido a que ya piensa cómo será el próximo [...]
La mujer fea es casi siempre sana, robusta y fresca; la bonita es nerviosa, frenética y enfermiza [...]. El marido de la fea se retira de sus jornadas, alegre y cantando, pues considera que lo están esperando con las tostadas bien hechas.
El de la bonita, llega trémulo, silencioso, recelando encontrar algo desagradable, viendo constantemente una sombra misteriosa a la puerta de su casa. Recoge los pedazos de papel, los reúne y los lee para descifrar, adivinar, no haya en sus manos alguna prueba de infidelidad conyugal [...].
A. Sierra, Gavà, 1963
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada