dilluns, 15 de maig del 2017

LOS RECUERDOS DE ALBERTO SIERRA ALFONSO. LA POSGUERRA


Acabada la guerra, fuimos a Terrassa para recoger a mi padre, que estaba herido y prisionero. El viaje fue duro porque circulaban pocos trenes. Cuando llegamos a Sans, nos dijeron que no había tren a Terrassa hasta el día siguiente. Nos refugiamos en un portal que era muy ancho, salió una mujer de un piso, y nos invitó a dormir en su casa. Mi madre llevaba patatas y algarrobas en un bolso y algún boniato. El matrimonio que nos acogió, que era muy mayor, se alegró mucho, porque hacía semanas que no tenía patatas. Los mercados estaban desabastecidos, con dinero y sin él. Había mucha hambre. 
 
Al día siguiente, el hombre fue a la estación de Sants a preguntar cuando habría un tren y le dijeron que sobre las diez saldría uno. Por fin pusimos los pies en Terrassa. Mi padre estaba en un caserón desvencijado, sin puertas ni ventanas, que hacía de cuartel y de hospital. Fue horrible, porque se amontonaba mucha gente en una gran sala y muchos me ofrecían galletas, parecían zombis. Me asusté mucho aquel día. Mi padre estaba herido y demacrado, y nos dijo: “ahora son ellos los que mandan. Ayer fusilaron a diecisiete”. Yo no comprendía nada. Fue más tarde cuando comprendí más cosas y el porqué de todo. 
 
Al volver a casa se recuperó enseguida. La herida no era muy grave, una bala le había entrado y salido por el costado, y se le había infectado por falta de higiene. Entró a trabajar para el Baixeras, y luego volvió con el Burot, hasta que entró en la Compañía Roca Radiadores. Todos seguíamos creciendo y en 1944 nació mi hermano Juan. Alquilamos un trozo de tierra y todos a currar, grandes y pequeños, en el campo y en la fábrica. Todos ocupados y así conseguimos salir adelante.

Alberto Sierra Alfonso

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