Conrreu d'arròs del Prat Llobregat, anys 30 |
En 1918 el Prat de Llobregat contaba con una población que rondaba poco más de tres mil personas. En un corto espacio de tiempo -menos de un año- se diagnosticaron unos doscientos casos, de los que tan solo tres lo fueron en el núcleo urbano, el resto afectó agricultores y miembros del cuerpo de carabineros. Este aumento aparente de la enfermedad lleva a la Mancomunidad de Cataluña a realizar una encuesta para cuantificar las consecuencias de la misma y poder decidir las medidas necesarias para combatirla. Una vez obtenidos los primeros datos, emplaza a las diferentes administraciones civiles y militares implicadas, siendo las autoridades civiles y sanitarias del Prat del Llobregat las primeras en implicarse en la lucha contra la enfermedad. Otra entidad como la Inspección de Sanidad de la ciudad de Barcelona se interesó por el índice de mortalidad que la enfermedad había causado.
Después
de las encuestas recabadas hablar de estadísticas fue algo muy difuso, ningún
estamento oficial pudo contar con datos fiables en este primer estado de la
epidemia. Tan solo se contabilizaron los hombres afectados en edad laboral,
ancianos, mujeres y niños quedaron fuera de estas encuestas. Según el Doctor
Josep Pujol (1869-1944), responsable municipal de sanidad del ayuntamiento del
Prat de Llobregat, en los dos años posteriores, los casos de fallecimientos
registrados entre hombres en edad laboral ascendió a 130 personas
aproximadamente. Si tenemos en cuenta la proporcionalidad de contagio entre el
resto de grupos poblacionales, la tasa de mortalidad provocada en este
municipio fue altísima, sospechándose que alcanzando prácticamente a un 10 % de
la población total, solo en este municipio.
Caserna de carabiners del Prat Llobregat |
Hacia 1920, no se produjeron casos en el núcleo urbano del Prat de Llobregat, los casos que se producían guardaban relación directa con la parte baja del delta del río. En 1921 la zona del cuartel de carabineros concentraba el grueso de los infectados, llegando casi al 90% de infectados, sin contabilizar a sus familias, las cuales presumiblemente sufrirían la misma tasa de afectación que los uniformados. El brote se cierra sobre su origen, quedando claro ya el foco inicial de la epidemia, un acuartelamiento rodeado de arrozales y balsas insalubres. Hay que sumar que parte de los efectivos incorporados al acuartelamiento eran portadores de la enfermedad desde sus anteriores destinos en zonas de conflicto como el norte de África y Cuba, acentuado el mal por las pésimas condiciones de habitabilidad al que estaban sometidos los efectivos y sus familias, olvidados sanitariamente en un lodazal, siendo denunciadas estas pésimas condiciones por el responsable de sanidad del municipio del Prat de Llobregat. Se supone que las consecuencias en otras poblaciones como Castelldefels fueron idénticas atendiendo a las cifras demográficas.
A finales de 1921 la epidemia se recrudece y alcanza de nuevo el núcleo urbano del Prat de Llobregat, la alarma se dispara en otros municipios como Castelldefels, Gava y Viladecans. La cercanía del núcleo capitalino, hace temer una afectación epidemiológica sobre una alta densidad de población. Ante el rebrote virulento de la epidemia y la alarma generalizada en toda la comarca del Baix Llobregat y Barcelona capital, el día 19 de Diciembre de 1921, -siempre atendiendo a la correspondencia consultada, la Diputación de Barcelona convoca una asamblea extraordinaria donde son convocados los representantes de todas las administraciones implicadas, tanto civiles como militares, creando una “Comisión Mixta Jurídica” para luchar contra el Paludismo.
Las administraciones competentes bajo la dirección de la comisión determinan que la lucha contra la epidemia solo se puede llevar a cabo de forma efectiva con la aportación de los fondos necesarios por parte de los ayuntamientos afectados, mancomunidad y estamentos militares, a los que se sumarían las aportaciones particulares, llegándose a recaudar durante el año de 1922, la cantidad de 79.000 de las antiguas pesetas, según reza en la correspondencia oficial consultada. Se da el caso de que los ayuntamientos en que su núcleo se encuentra fuera de la zona de afectación y que tan solo comparten parte del término municipal en su parte baja, son los más reacios a participar en la aportación de los fondos necesarios.
Las
medidas sanitarias estarán acompañadas de otras de carácter legal. De manera
tajante se ordena que se termine con el cultivo intensivo de arroz, medidas que
contaron con la comprensión de la población en general, la oposición fue muy
tenue, tan solo unos pocos decidieron desafiar las disposiciones legales por un
espacio corto de tiempo. Con la batería de medidas adoptadas por la Junta de
Sanidad Provincial y la consecutiva desaparición de los cultivos de arroz, la
epidemia comienza a remitir lenta pero inexorablemente mientras perduraron las
explotaciones arroceras hasta su extinción en el territorio. AMG. Pont de la Corredora, anys 30. Fons i autor: Ramon Vinyes
Se exigió a los agricultores una constante renovación de las aguas y se les impusieron unos estrictos controles sanitarios bajo la amenaza de desecar toda la explotación que no cumpliese con las exigencias sanitarias. Se avanza en los años 1923 y 1924, los contagios civiles disminuyeron drásticamente, conservándose un nivel alto de contagios entre los carabineros. Las últimas actuaciones llevadas a cabo sobre las instalaciones de estos, acabaron por fin entre 1924 y 1925, en extinguir de forma radical la epidemia de paludismo que azotó las tierras del Baix Llobregat. El Paludismo no volvería a estas tierras hasta los años de 1942 y 1943, ya en la post-guerra, momentos de hambruna y miseria, que coincidieron de nuevo con el cultivo de arroz llevados por la necesidad. El tema no ha sido estudiado de forma extensa, mas allá de los ambientes médicos, perduró en la mente colectiva de la población de la comarca, hasta que en 1983, Ramón Planas i Torres, realizó un estudio sobre el tema2. El estudio de carácter general profundiza en las causas y localización del foco, donde hasta ese momento solo existían los estudios de campo que las administraciones hicieron en tiempos de afectación.
La epidemia de Paludismo claramente afectó a otros municipios más allá de lo que en un primer momento la tradición popular acumulaba en su memoria. Los municipios denunciaron las lamentables situaciones de salud pública, las autoridades lo sabían y fueron avisadas de estas. Al contrario de lo que se cree, no fueron las autoridades sanitarias las que dieron la voz de alerta, sino que fueron acciones encaminadas a la realización de obras públicas, concretamente las visitas propiciadas sobre los terrenos sobre los que se tenía que actuar las que sacaron a la luz las lamentables condiciones apuntadas anteriormente.
Francisco Javier Rodríguez Maldonado